La última glaciación y el calentamiento climático posglacial cambiaron la distribución de los anfibios y reptiles de la Península Ibérica

Así lo demuestra la revisión de más de 50 yacimientos paleontológicos y arqueológicos de toda la Península Ibérica datados en los últimos 60.000 años, desde el Paleolítico Superior a la Edad del Bronce.

Los resultados plantean la supervivencia en el tercio norte peninsular, durante la última glaciación, de un grupo de especies muy tolerantes al frío, mientras que las regiones centrales y meridionales ibéricas funcionaron como refugios para las especies más típicas de ambientes templados y cálidos.

Los investigadores del IPHES Josep Francesc Bisbal-Chinesta y Hugues-Alexandre Blain se han valido de la aplicación de modelos estadísticos para correlacionar los hallazgos de reptiles y anfibios prehistóricos en yacimientos ibéricos con los cambios climáticos de la Prehistoria reciente.

Herpetofauna del MIS3 (hace entre 60.000 a 26.900 años) en el sur de la Península Ibérica, contemporánea de las últimas poblaciones de neandertales. De izquierda a derecha: Testudo hermanni, Bufo spinosus, Epidalea calamita, Malpolon monspessulanus, Natrix maura, Coronella girondica, Timon lepidus y Vipera latastei. Paleoarte de Marco Ansón.

En el nuevo trabajo de los investigadores Josep Francesc Bisbal-Chinesta y Hugues-Alexandre Blain del IPHES (Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social), publicado recientemente en la revista Journal of Quaternary Science Reviews, se han abordado a partir del registro paleontológico y arqueológico los cambios de distribución en la herpetofauna, que agrupa tanto a anfibios y reptiles, de la Península Ibérica durante los últimos 60.000 años. Y es que nuestro territorio es uno de los más ricos a nivel europeo en número de especies, en contraste con lo que ocurre en la mayoría de los países europeos, especialmente en los situados más al norte, en los que la diversidad de especies es mucho más baja.

En todo el continente europeo el clima ha sufrido cambios muy bruscos durante las últimas decenas de miles de años, en paralelo a la llegada de los primeros Homo sapiens sapiens, a la extinción de los neandertales, y a las importantes transformaciones culturales y migraciones en las comunidades humanas que desembocaron en la llegada de la agricultura y la ganadería y, finalmente, en el surgimiento de culturas urbanas. El registro prehistórico de la fauna también ha sufrido los efectos de este cambio climático y, dentro de él, los anfibios y reptiles han demostrado ser particularmente sensibles porque son muy susceptibles a las alteraciones de temperatura debido a su ectotermia, lo que comúnmente conocemos como “sangre fría”.  

Tradicionalmente se ha considerado la Península Ibérica, junto a las otras dos penínsulas mediterráneas europeas, como un refugio para las especies propias de ambientes cálidos y templados en momentos climáticamente fríos, como los sucedidos durante las pasadas glaciaciones. Los estudios genéticos de los últimos años parecían confirmar esta teoría, al encontrar una mayor diversidad genética en las poblaciones meridionales de los anfibios y reptiles europeos, decreciendo ésta según se avanza hacia el norte. No obstante, hasta ahora no existía una aproximación a estos cambios tan significativos desde el registro fósil prehistórico.

En la investigación realizada por los investigadores Bisbal-Chinesta y Blain se presenta un acercamiento a la paleobiogeografía ibérica de las diferentes especies ibéricas de anfibios y reptiles durante los últimos 60.000 años, a partir de una síntesis comparativa y del análisis estadístico de las investigaciones publicadas en los últimos años de más de 50 yacimientos arqueológicos y paleontológicos de toda la Península Ibérica. En el análisis realizado, las asociaciones de paleoherpetofauna identificadas han permitido establecer dos grandes regiones bióticas durante el Pleistoceno tardío. La primera región biótica se localizó en el centro y sur de la Península Ibérica, siendo las especies termófilas propias de ambientes y climas cálidos, como la tortuga mediterránea (Testudo hermanni) y el lagarto ocelado (Timon lepidus), las más representativas en el registro fósil. La segunda región biótica estaba formada por la fachada atlántico-cantábrica y el área ibérica nororiental, dominada por especies de tendencias generalistas y tolerantes a climas fríos glaciales, como la rana bermeja (Rana temporaria) y el lución (Anguis fragilis), con una ausencia significativa de especies típicamente mediterráneas o de ambientes más templados y climas más suaves.

No obstante, después de la última gran pulsación glacial hubo una concurrencia sin precedentes en el norte de la Península Ibérica de taxones de ambientes húmedos y templados, junto con especies ambientes más cálidos, conviviendo a la vez con las mismas especies que anteriormente habían soportado los fríos glaciales. A partir del Holoceno temprano, iniciado hace unos 11.700 años, nuevas especies de reptiles que no contaban con registro paleontológico previo en la Península Ibérica, como la culebra de Esculapio (Zamenis longissimus), llegaron a las regiones del norte cruzando a través de los extremos de los Pirineos, provenientes de los refugios glaciales del este del Mediterráneo. Finalmente, y también a lo largo del Holoceno se produjo la introducción en la zona mediterránea peninsular de nuevas especies de anfibios y reptiles originarias del norte de África, como el camaleón común (Chamaeleo chamaeleon), siendo este el último cambio biogeográfico significativo ocurrido durante la Prehistoria, un fenómeno que podemos vincular posiblemente a los intercambios humanos entre ambas regiones a partir del Neolítico gracias a los avances en la navegación marítima.

En este nuevo trabajo se presenta una contribución determinante en la clarificación del papel de la Península Ibérica, y especialmente de las regiones del sur, como un refugio para las especies más sensibles en las fases frías glaciales. También destaca la constatación mediante el registro fósil de la rápida colonización de las áreas septentrionales por las mismas especies termófilas e higrófilas, antes refugiadas en las regiones meridionales, una vez habían finalizado las fases climáticas frías. Además, se presentan modelos de análisis estadístico para los conjuntos de diferentes especies, tanto dentro de un mismo yacimiento como a nivel regional y a nivel sincrónico como diacrónico.

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